El del jueves de Florence + The Machine es unos de esos conciertos que antes de ir ya sabes que va a ser grande, intenso y memorable. Quizás por la calidad de las canciones del repertorio o por la energía que transmite Florence Welch, pero lo sabes. Estás seguro, de hecho.
Por eso, cuando acabó, no fue ninguna sorpresa comprobar que, efectivamente, lo vivido hace dos noches en el antiguo palacio de los Deportes de Madrid fue soberbio, sublime y absolutamente arrebatador. Las más de 15000 personas que llenamos hasta los topes el recinto tardaremos en olvidar lo que ahí ocurrió y desde luego está ya para todos nosotros en la cima de conciertos de este año (da igual en que momento de 2019 leas esto).
Con media hora de retraso empezó a iluminarse un bonito decorado de madera, sobrio y elegante, retro/futurista, mientras la poderosa banda (hasta 8 miembros la integran) iba tomando sitio. Y feroz estallido de aplausos cuando Florence (a mitad de camino entre sacerdotisa y protagonista de un cuadro impresionista, y 100% icono femenino y feminista) saltó en el escenario. Y digo saltó porque no dejó de hacerlo en toda la noche: torbellino toda ella de rojo refulgente y pálido aristocrático, cual volcán de tejido vaporoso con giros de bailarina pero bríos de luchadora.
Arrancaba el concierto tal y como arranca su último disco y protagonista de su gira, ‘High As Hope’ (2018), con “June” y “Hunger“, dos temas que con el tiempo adquirirán sin duda el puesto que merecen en su discografía porque son ambos fabulosos. Ya todo el pabellón estaba embelesado viendo como la semidiosa Welch jugaba con esa voz (poderosa y trémula, energía y sutileza, pero todo natural y sin aspavientos) que atrapa desde el primer momento.
Un ejercicio de memoria en su repertorio con “Between Two Lungs” (oh, esa arpa!) nos lleva al primer hito de la noche: “Only For A Night”, donde la diva vuelve a su etapa de graduación y se quita años pero se suma miedos. Cancionaza que hizo vibrar a un público que estuvo, todo el recital, absolutamente entregado a la londinense.
Siguió la noche con numerosos mini-discursos de la artista entrelazando joya tras joya (maravillosa la dinámica “Queen Of Peace“, precioso el recuerdo de su Londres natal con “South London Forever” y espectacular ese himno de su último trabajo, dedicado a Patti Smith, que es “Patricia”, cuya versión en directo aun la hace más grande e interesante).
Volvemos a tocar el cielo con su iniciática “Dogs Days Are Over”, donde ordena apagar móviles y sentir lo real. Amén a eso, hermana! Y sigue con otro clásico, este más moderno: “Ship To Wreck”. Estamos aún a mitad del evento y el éxtasis de felicidad plena ya alcanza a verse en los rostros de la inmensa mayoría de asistentes, el mío incluido, claro.
Durante toda la mágica velada estuvo resaltando, con voz suave y tímida (hay 2 Florences, la que canta y la que habla, y parecen antagónicas) el maravilloso papel que juega la libertad en la vida y lo mucho de sueño que tiene ésta. Y de lo absurdo de fronteras y temores. Discursos que acrecentaron, aún más si cabe, la conexión sobrenatural que esta chica consigue con SU público (éramos suyos, anoche sin duda).
Comienza una serie de canciones de su último trabajo con una novedad (“Moderation”) un tierno tema sentada ella al piano (“The End Of Love”) y un crescendo fantástico en la rítmica “100 Years”, para volver a sus inicios musicales con “Cosmic Love”, tarareada por la masa entregada. Mención especial para la banda que tiene, absolutamente engrasada y orgánica, que subraya lo hipnótico del arte de Florence y lo aumenta en potencia hasta tocarnos a todos y cada uno de nosotros. Suena a misa, pero es que en ocasiones la conexión lo parecía.
Y encara la parte final de esta obra de arte que fabricó anoche en Madrid con temas llamados a marcar una discografía y que inteligentemente deja para el apoteosis final, como “Delilah” (para quien suscribe, la mejor de toda la noche, y mira que es difícil elegir!), done se bajó, descalza pero decidida, hasta llegar a la mesa de sonido donde se subió a coger manos y dar abrazos (veis lo de la misa?), para luego volver a la primera fila y hacer lo mismo con los sobrecogidos fans de esa zona. Y mientras, el maravilloso chorro de voz de Florence sin inmutarse, cual playback divino, lo que da muestras de la calidad interpretativa y potencia vocal de esta mujer.
Cierra el set list “oficial” (y casi invariable toda esta gira) con uno de los éxitos de su anterior trabajo, “What Kind Of Man”, para, tras ovación atronadora, volver al minuto con otros dos trallazos de los de hacer saltar lágrimas de felicidad: “Big God” (ojo a este tema estratosférico que será un clásico en breve!) y la celebérrima “Shake It Out”, himno ya más que consagrado de su sobresaliente repertorio.
A estas alturas huelga repetir ya que la gente estaba en pleno éxtasis y que la comunión artista-público era tan mágica como tangible, pero aun así lo repito. Aplausos y gritos de los que recuerdas durante mucho tiempo.
Un extraordinario concierto con una extraordinaria artista y su extraordinaria banda, tocando extraordinarias canciones y creando un extraordinario ambiente y conexión. Pero es que, como contaba antes, ya lo sabía antes de ir, lo tenía bien claro.
Gracias Florence por no defraudar aunque te pidamos lo imposible, y por hora y media de cielo en la tierra.