El excepcional concierto teatralizado que Love of Lesbian interpreta bajo la dirección escénica de Guillem Albà, se ha convertido en una cita ineludible para todos aquellos que nos impregnamos con las historias de Maniobras de Escapismo, 1999 o La Noche Eterna y las integramos como banda sonora de nuestras vidas.
Ni más ni menos que cinco noches en Madrid y diez en Barcelona con todas las localidades vendidas servían de colofón a esta gira, y que tuvimos el privilegio de disfrutar en su antepenúltima sesión.
“Miralls i Miratges” es el espejo lingüístico con el que se bautizó aquí en Catalunya y que, bajo mi punto de vista, resulta más sugerente para expresar el tono místico y cálido que envuelve la función desde el primer minuto.
Guillem aparecía alumbrado por la tenue luz de una vela y se abría el telón. En los primeros compases, sonaba ‘Nada’ de la mano de los teclados de Dani Ferrer, y los focos de color nos mostraban a cada uno de los músicos, entre las decenas de cajas de cartón numeradas que servían, con bellísima sencillez, de base decorativa al escenario.
El primer discurso de Santi Balmes, nos explicó la sencillez de la decoración, adelantó que no sonaría ‘John Boy’, ni ‘Fantástico’, y nos invitó a sentir las canciones de forma más relajada, apelando a su verdadera esencia y magia. Como no podía ser de otra manera, ’En busca del mago’ trajo una de las primeras escenografías, con la aparición de la figura de los magos siameses.
Con solamente Santi y Juli (guitarra acústica en mano) sentados en sendas cajas frente al público, se iniciaba una cómica conversación con el público en la que nos comentaban cariñosamente que si algún “pagafantas” que había invitado a su novia fan del grupo al evento, podía fingir que se las sabía y que no se lo tendrían en cuenta. Entre otros asuntos espontáneos y anécdotas, nos regalaron algunas estrofas de ‘La niña imantada’, ‘Si salimos de esta’ y nos invitaron a recordar experiencias vividas por todos como la narrada en ‘Mi primera combustión’.
El resto de integrantes de la banda volvieron al escenario y durante la interpretación de ‘Carta todas tus catástrofes’; los operarios con peto marrón encargados de transformar las escenas, dieron vida a un bonito zepellin inflable que trató de “localizar el núcleo del error” entre los pasillos del graderío.
A partir de ‘Wio’, la decoración de cajas se transformó en ciudad, tornándose en edificios de algunas ventanas encendidas, y el humo surgió de las manos de Guillem.
Este entorno urbano y nocturno fue el marco perfecto para ‘Los días no vividos’, acompañada por una iluminación general preciosa en tonos pastel, y ‘La noche eterna’, en completa oscuridad, donde las sombras chinescas fueron las protagonistas. La primera puesta en pie, aplauso generalizado y ovación del público vino tras esta especial conexión de canciones, que por la acústica del lugar, se escucharon perfectamente.
En ‘Planeador’, sonó impresionante la batería de Uri Bonet, y se introdujo en el decorado el coche de cartón donde, montados Guillem y Santi, nos llevaron de ruta nocturna por esa maraña de calles que representan nuestros caminos de dudas, confusión y sentimientos encontrados.
La belleza en la escenografía y la metáfora visual nos tenían reservada su carta más espectacular, cuando al rescatar el clásico ‘La parábola del tonto’, pudimos ver a Santi en el centro de las tablas encerrado en una burbuja transparente gigante que, iluminada, permitía ver un poco mejor a Ricky Falkner y a Jordi Roig, cuyo lugar era más escondido en la parte trasera del escenario. Unos faroles de colores con aire de fiesta de barrio completaron el escenario para la emotiva interpretación de ‘Domingo astromántico’ y la luz volvía a dar protagonismo a todos los componentes de la banda.
Nos tenían reservada otra parte íntima donde Santi, Juli y Guillem con su acordeón (todos ellos sin micrófono), volvían a entablar conversación con los asistentes. Juli contó una graciosa polémica que tuvo con un asistente sobre hacer un referendum.
El público de las zonas superiores les pedía acercarse y se adentraron en el patio de butacas. La primera parada fue cuando Santi se puso de pie sobre los reposabrazos de un asiento, dejando patidifusa a la chica que lo ocupaba y que tras abrazarse con él exclamó “Oh yeah!”.
En su camino por el graderío interpretaron ‘Segundo asalto’ en varias fases y en varios lugares, siendo el último de ellos donde se encontraban algunos familiares.
Al regreso al escenario declararon que quedaban tres canciones y así, con la complicidad todavía a flor de piel, ‘Un día en el parque’ sobrepasó lo entrañable.
‘El poeta Halley’ concluyó con Santi sentado leyendo un gran libro que desprendía luz, que en cierto modo también nos iluminó a todos por la forma de entender la forma de componer las letras y sus más puras intenciones.
‘Oniria e insomnia’, se encontraron en forma de marionetas, montadas en monociclo sobre un cable que cruzaba el escenario, en un baile en el que como niños, alejándose y acercándose tímidamente, a buen seguro arrancó más de una lagrimilla.
Todos los componentes de la banda y equipo escenográfico se colocaron en línea para despedirse del entregado público, que por supuesto se encontraba de nuevo en pie, ovacionando y alabando las virtudes de esta excepcional propuesta.
“Será un reencuentro inesperado en noche azul” … ? Ojalá!
Es muy pronto para saber si en el futuro habrá una tercera edición.
Mientras tanto me quedo con una reflexión:
La mejor magia está en los espejismos y el mejor amor es el “amor lesbiano”.
Texto y foto: Angel Balbás.