Lo bueno que tiene Madrid es que un lunes cualquiera, cuando parece que el día va a pasar sin más, acabas en una de sus míticas salas, viviendo uno de esos conciertos que te rearfirman en la idea de por qué la música forma parte de cada uno de tus días. Y es que tener la oportunidad de ver a Fabrizio Cammarata en directo, a menos de un metro de distancia y con ese ambiente de intimidad, sentimiento y sensibilidad, hicieron de mi inicio de semana algo diferente y maravilloso.
Conocí la música de Fabrizio unos años más tarde de que compusiera la canción que lleva mi nombre “Myriam” y desde ese momento fueron llegando a mí pequeñas pinceladas de lo que este italiano enamorado de España iba publicando. No había tenido la oportunidad nunca de verlo en directo hasta el pasado lunes cuando pude sentir en primera persona la sensación de que la música te erice la piel.
No creo que pueda encontrar las palabras adecuadas para poder transmitir lo que vivimos hace dos noches en la sala Costello. Aún así, voy a acercaros lo máximo posible a lo que allí pudimos sentir.
Fue un concierto puntual, sin mucha afluencia, íntimo, donde Fabrizio y su banda mantuvieron el ritmo perfecto a lo largo de todo el directo. La elección de los temas nos permitió hacer un recorrido bastante exhaustivo a lo largo de su discografía, sin olvidar la atención en la presentación de su último proyecto.
De hecho, arrancó en concierto con “Run, run, run”, uno de los single que le sirvieron como adelanto de su último disco ‘Ligths’. De éste también sonaron “Cassiopea”, “Eileen”, “My guitar at 4 am”, “Under you face”, “KV” y “Timbuktu” con la que cerró el directo. También hubo tiempo para “In the cold”, “You’ve been on my mind” y “Long shadows”, temas de su disco anterior ‘Of Shadows’.
El resto de la noche se fue completando con “My salvation” y “Shine” de su disco ‘Skint & Golden’ (2014 con Paolo Fuschi); “Misery” y “Myriam” de ‘Rooms’ (2011 con The Second Grace) y “Hold and stay” de su EP de 2017 ‘In your hands’.
Además de todo esto y casi al final de la noche, nos permitió disfrutar de la popular canción mexicana “La Llorona“, cantada con el único acompañamiento de su guitarra. Nos contó que se la había enseñado su buen amigo Jairo de Depedro y que desde ese momento no ha podido dejar de cantarla en todos sus conciertos. Para mí fue uno de los momentos más emotivos de la noche por la fuerza y sentimiento con la que nos la hizo llegar.
Fabrizio estuvo acompañado la mayor parte del tiempo de su banda, Donato di Trapani (sintetizadores y teclado), Carmelo Drago (bajo) y Adam Dawson (batería y percusión), que lo abandonaron en aquellos momentos en los que solo se necesitaba la guitarra de Cammarata para darle vida a la Costello. Y es que tanto en solitario como acompañado se metió en el bolsillo a un público al que emocionó desde el primer acorde.
Qué manera de llegar a los que allí estábamos, de hacer sentir, de emocionar, de acariciar el alma, de hacer que la música se apodere de ti. Qué manera de interpretar, de vivir las letras, de dejarse la piel, de hacernos disfrutar. En definitiva, qué manera más bonita de hacer lo que haces Fabrizio.
Por cierto, esta noche toca en la Sidecar de Barcelona y después de lo que habéis leído no se me ocurra mejor plan de miércoles que ir a ver a verlos.
Texto: Miriam Notario.
Foto: Daniel Forés.