Cuando sólo quieres hacer música (Y que le den al resto, ya tienes 72 años)
Su anterior trabajo “Post Pop Depression” (Caroline International, 2016) resulta en cierta manera una caída en sí del pop, se nos han ido muchos, pero la Iguana aún resiste, ha sobrevivido a Lou y a David, parece sacado de Los Inmortales, solo puede quedar uno.
Quizás nos esperamos al suicida que se retorcía en el ´77, o al crooner que parecía remontar en sus anteriores álbumes, pero Iggy viene de esa escuela de artistas que no están para dar al público lo que espera, si no dar sus entrañas e inquietudes.
El disco se abre con “Free”, es una declaración abierta, se acabó las ataduras del punk, de la experimentación o de ser crooner.
En “Love Missing” ya tenemos al viejo Iggy, pero con un rock de gran reserva, seguida de “Sonali”, dónde vemos cuánto de larga puede ser la sombra de Bowie a pesar de llevar tres años fallecido.
“James Bond” me hace pasarme a primera persona, como (contra)bajista no puedo evitar una felicidad al observar que un tema es nacido rítmicamente con el bajo, a medio camino entre el soul y un Gainsbourg con un Gitanes en mano.
“Dirty Sanchez” nos lleva a esos álbumes de Miles Davis, llevado a una experimentación de contenido sexual ciertamente desagradable, con esos arreglos de vientos y caja marcada potentes.
Con “Glow in the Dark” empieza con la pesada voz de Iggy potenciada con el bajo, arreglos de sintetizadores que recuerdan a los primeros álbumes de Jarre, un minimalismo orgánico que finaliza en arreglos de jazz (son el mismo estilo del break que había en el tema Blackstar de Bowie, un grupo de jazz tocando rock), a juicio personal, el tema más complejo del disco.
“Page” vuelve a la línea de crooner, llevando su voz cavernosa a un jazz a medio tiempo.
En “We are The People” nos llega un spoken con una base de jazz clásico entre piano y trompeta, es una base que puede recordar al disco “Siesta” de Miller y Davis, el minimalismo se abre paso devorando todo atisbo de carga musical: voz hablada, acordes de piano y mínimos arreglos de trompeta.
Llegamos a la recta final, “Do Not Gentle Into That Good Night” sigue en su tónica spoken, aunque jugando con la voz distorsionada, lejana, pone la piel de gallina, parece un profeta en un fin del mundo musical.
“The Dawn” cierra el disco, casi cinematográfico, si mañana Morgan Freeman quedase mudo, la voz de un dios debería ser la de Iggy, el último de los dioses que nos enseñaron que las normas en el rock and roll no existen, y si se hacen, hay que romperlas.
Es curioso como la edad y la experiencia le permite andar en la delgada línea entre lo experimental y lo comercial.
Y más aún curioso es que la Iguana, con 72 años, tiene mucho que decir aún, es el último superviviente, desde el punk que nació con los Stooges al Berlín con Bowie, con altibajos en su carrera, pero siempre al pie del cañón.
Pocos artistas dan una talla tan potente en directo y son tan abiertos mentalmente en el estudio, cada vez quedan menos.
Puede ser incompresible, de difícil escucha o incluso aburrido si uno no está familiarizado con el jazz experimental de los años 80, pero sin duda es un gran disco que tiene cabida desde temas muy pegadizos a temas muy complejos.