Hay pocas cosas que no soporte. Pero alguna hay. Y una de ellas es que la gente hable en los conciertos. Me molesta profundamente el murmullo de fondo. Y es que me da igual si vas de invitado, si has pagado la entrada, si eres amigo del grupo o si pasabas por allí y entraste. Me da igual, porque en el momento que el grupo o el artista empieza su directo, estás ahí para escuchar y no para que te escuchen. Que ya si eso, en el cigarro de después, les cuentas a tus colegas lo bien o mal que te ha ido la semana.
Empiezo así de fuerte porque en el último concierto en el que estuve salí bastante molesta en este sentido. Menos mal que los protagonistas, Hijos del Trueno y Aaron Rux y sus Crying Cowboys me salvaron la noche con su música. Hicieron un bolo perfecto para un Sol medio lleno que disfrutó de los estilos tan dispares de unos y de otros.
La gente iba entrando en la sala apelotonándose frente al escenario con ganas de música, cerveza y amigos. Mientras tanto, Joe Crepúsculo, compañero de algunos de los que tocaban esa noche, a los platos, amenizaba la espera.
Y así llegaba el turno del grupo que daría inicio al bolo. Desde Barcelona, Hijos del Trueno venían con la intención de ponernos a todos a bailar con esa mezcla de rock, rumba y folklore en la que basan su show.
Vicente Leone (voz), Dani Granados (guitarra), Pau Julià (bajo), Guillem Caballero (teclados) y Pau Albà (percusiones) tomaron posiciones en el escenario de la madrileña sala El Sol, para traernos los dos temas de su único sencillo ‘Desde el Mediterráneo’, “Derrumbao del Faraón” y “Habanera sin Rayos”. Pero el directo de los barceloneses dio para muchos más con canciones que formarán parte de su nuevo disco y que saldrá a la venta el próximo otoño.
Los Hijos del Trueno, viejos conocidos por su formación en míticas bandas como Tarántula, Manos de Topo, Surfing Sirles o Les Sueques, tienen un directo que pone contento a cualquiera y es que muy jodido tienes que estar para que su música no te saque una sonrisa y te ponga a mover las caderas y palmear.
Además, Vicente con su gorra, sus gafas y su atril sigue el ritmo perfecto marcado por los punteos de Dani, la marcha y buen rollo de Guillem y el buen hacer de los dos Pau. Y con esta conexión entre el propio grupo hacen que el concierto sea como una reunión de amigos.
Pues eso, una hora de buenas rumbas, buenos bailes y mucho cachondeo y así dejaban el escenario caliente para la presencia de Aaron Rux y su banda.
Los crying cowboys empezaron a tomar posiciones ante un público que, aunque no callaba la boca, también se mostraba con ganas de escuchar lo nuevo del norteamericano afincado en nuestro país desde el 2009. Tras la publicación de su primer disco en solitario ‘Pacific Princess’, hace dos años, ahora ha vuelto con ‘The Crying Cowboys’.
Sobre el escenario, respaldado por Juan Serra, Lete Moreno, Juan Torán y Joshua Taylor, reconocidos músicos de la escena independiente madrileña. Con ellos, la voz de Aaron es arropada con sensibilidad y delicadeza, haciendo que las canciones lleguen como susurros.
Buen repaso por su último trabajo, sonando “The crying cowboys”, “Separate deserts”, “Down the river”, su temazo “Sugar mamma”, “Special magic”, “Atomic Sunsets”, “In my pocket”, “Michael and Jane”, “Summer wine”, “Thirsty for two” y “In games”.
Tras unos minutos de parón, volvían para dejar lo más alto posible el final del directo, cantando y coreando junto a sus fans hasta que la hora se les echó encima.
Lo cierto es que Aaron llena el escenario con esa seguridad que da la experiencia y su folk nos llega a modo de canciones que emocionan y suenan especiales. Y ahora con sus crying cowboys todo esto se convierte en una combinación perfecta.
Juntos andan girando y poniendo salas a sus pies.
Y es que la música, si es compartida, sabe mejor.
Texto: Miriam Notario
Foto: Daniel Forés